Una parte fundamental del feminismo es la lucha por la soberanía corporal — el derecho a amar a quien quieras, a tener hijos o abortar sin presiones externas, y a tener acceso a una estructura social y legal que te proteja contra agresiones físicas y emocionales.

Pero hay un componente del “cuerpo como estado soberano” que ha sido principalmente ignorado: el derecho de las mujeres a tener un cuerpo fuerte, sano y activo.  

Parece un derecho obvio, pero la realidad es que sólo un 42,1% de mujeres adultas españolas, y a penas un 35% de jóvenes, practican algún tipo de actividad física con frecuencia. Esto significa que la mayoría de nosotras vivimos con una capacidad motriz innecesariamente limitada, que perjudica nuestro bienestar físico y mental.

No habrá cambio sin movimiento

“Si no podemos gestionar nuestro propio cuerpo, difícilmente desmontaremos la desigualdad estructural que nos somete».

Matilde Fontecha

Irónicamente, la tendencia dentro del movimiento feminista es de posicionarse en contra del ámbito del deporte ya que es parte de las estructuras sexistas de la sociedad. Pero distanciarnos de la práctica del deporte no es reivindicativo, es preocupante.

Que las mujeres no practiquen deportes forma parte del estatus quo, de un imaginario arcaico que define al cuerpo ideal de la mujer como sano pero perpetuamente juvenil (delgado), tonificado pero débil, flexible pero frágil.

Al rechazar el deporte y la actividad física, lo único que conseguimos es alienarnos de algo fundamental: el derecho a poder disfrutar de la energía vital y la autoestima que produce un cuerpo fuerte, activo y en movimiento. 

La palabra disfrutar aquí es clave, porque las mujeres tenemos acceso a gimnasios, a clases de aerobics, hacemos natación y corremos maratones. Pero para una gran mayoría, la actividad física no es  más que una obligación, un requisito para no perder el glamour, para mantener el atractivo y recuperar la figura después de un embarazo. O sea, para perder peso y tener el cuerpo que según los medios, las campañas publicitarias y la industria del porno deberíamos tener.

El mundo fitness, en general, lo relacionamos con adelgazar y no con placer, disfrute o pasión.

Ese desarraigo con el placer del movimiento no es aleatorio, tampoco es una cuestión biológica, es un artificio social y cultural que nos roba habilidad motriz, algo fundamental para desarrollar una vida plena. 

Por eso el feminismo tiene que hacer más hincapié tanto en la fuerza física como en el movimiento body positive para desmantelar viejos arquetipos sobre la capacidad física de la mujer y destruir el mito de la talla ideal. 

¿Por qué la mayoría de las mujeres evitan la fuerza física?

En un articulo publicado por Feminismos/21 (2013), Maria Jose Camacho-Miñano, profesora en la Universidad Complutense de Madrid (1) describe con perfecto detalle por qué las jóvenes en particular desarrollan un vínculo conflictivo con el deporte, y pone en manifiesto tres hechos que afectan negativamente nuestra relación con el deporte:

  • la obsesión con la talla,
  • el miedo a sacar músculo, y
  • la cosificación sexual (estar siempre bajo la mira como objeto sexual).

1. La obsesión con la talla

Los estándares de la belleza han cambiado a lo largo de la historia. Con simplemente observar los cambios en los últimos 50 años, notamos que la talla «ideal» es un concepto arbitrario.

Segun Camacho-Miñano «El énfasis en la pérdida de peso y tratar de ser delgada es un imperativo de la feminidad que caracteriza la cultura de las chicas jóvenes (y no tan jóvenes), convirtiéndose la actividad física en un medio para la consecución de la estética femenina definida como ideal» (1).

El mensaje está inscrito en todas partes: en los medios de comunicación, la moda, la industria del porno y en el ámbito deportivo. Desde jóvenes aprendemos a obsesionarnos con intentar obtener, o mantener, una figura «ideal» que poco tiene que ver con nuestra realidad fisiológica y genética, y que para colmo va cambiando según el arrebato del momento.  

En los 60 eran las curvas de Marilyn Monroe, en los 90 el cuerpo delgado pero en forma de Cindy Crawford, en los 2000 la anorexia de las modelos ultra delgadas y ahora las super curvas de Kim Kardashian.

Modas totalmente arbitrarias pero con el mismo impacto, que percibamos nuestro cuerpo no como «entidad funcional» sino como objeto a moldear y controlar a traves de una combinación de dieta y ejercicio.

La actividad física, entonces, se convierte para la mujer en una herramienta de control del cuerpo en vez de una actividad de disfrute y ocio. 

2. Miedo a sacar músculo

 

Ponte en forma, pero no demasiado. Las mismas fuerzas sociales y mediáticas que nos enseñan a obsesionarnos con la talla y nos incitan a utilizar el ejercicio como herramienta de control, también dictaminan qué tipo de ejercicio podemos hacer. Si llegamos a cruzar la línea arbitraria que determina qué es femenino y qué masculino, pondríamos en peligro la soberanía del sistema binario: hombre/mujer, masculino/femenino, fuerte/débil, atlético/frágil, hábil/torpe. Y eso pondría en desequilibrio toda la estructura heteropatriarchal. 

Como explica Camacho-Miñano:

«En realidad existe una línea arbitraria que demarca el límite entre lo que se considera un tono muscular atractivo (femenino) y un cuerpo excesivamente musculoso (masculino). Pasar este límite subjetivo y tener «demasiado músculo» es algo que socialmente no está bien visto y hace que estas chicas deportistas sean percibidas como «poco femeninas». Las chicas practicantes de estos deportes y que desarrollan cuerpos musculosos desafían las estructuras de género, y por ello son penalizadas socialmente, puesto que transgreden la imagen de feminidad hegemónica (heterosexual) retando al poder y al privilegio masculino» (1).

El dictamen transmite también un mensaje claramente homofóbico, ya que al sacar músculo no sólo pierdes tu atractivo, sino que también se cuestiona tu legitimidad como mujer heterosexual.

El cuerpo de la mujer en la antigüedad

La mujer musculada no siempre fue denigrada. Hasta mediados del siglo V, la representación femenina era altamente «masculina”, según cuenta Matilde Fontecha Miranda, profesora en la Universidad del País Vasco y especializada en Educación Física y su Didáctica. En otros tiempos, Fontecha escribe, las mujeres representadas en el arte “eran mujeres musculadas, de idéntica estatura que los hombres, con los hombros anchos y un tórax viril, y solo los senos denotaban su sexo. La idolatría del ‘bello sexo’ femenino es una invención del Renacimiento” (3).  

En la antigüedad, el cuerpo de la mujer era representado como viril, musculado y activo.

 

Durante el renacimiento la representación de la mujer cambia y se convierte en una figura frágil, sedentaria y pasiva.

Que una mujer musculada no sea percibida como femenina es totalmente arbitrario. Todo depende del contexto histórico y cultural en el que vives. Pero es una idea que se ha mantenido vigente a lo largo de la historia moderna, con sus obvias consecuencias en la salud física y mental de la mujer, ya que un cuerpo frágil es algo incompatible con la práctica deportiva, el sudor y la adrenalina.

El conflicto entre la habilidad motriz y la feminidad

Camacho-Miñano indica que la presión social de mantener un perfil supuestamente «femenino» crea un conflicto entre muchas mujeres deportistas que sienten que sus cuerpos desentonan fuera del ámbito del deporte. “Lo que lleva a muchas mujeres deportistas a desarrollar una doble identidad: la de mujer y la de deportista” (1) teniendo siempre que «compensar» por su aspecto atlético.

Este mensaje llega también a las adolescentes que dejan deportes percibidos como más aptos para hombres (fútbol, baloncesto, rugby), por miedo a desarrollar cuerpos masculinos, y se vuelcan por deportes percibidos como más femeninos (gimnasia rítmica, natación sincronizada y patinaje artístico) ya que no ponen en duda su feminidad.

De adultas, el lema continúa, y muchas se vuelcan al yoga o pilates, y evitan ejercicios de fuerza por miedo a sacar demasiado músculo — aunque estos sean los ejercicios que mas necesitarían para prevenir la perdida de masa muscular y ósea que ocurre a partir de los 30.

Pero aún queda una última faceta. A la obsesión por adelgazar y el miedo a ser vistas como masculinas, tenemos que agregar sobrevivir el acoso continuo de ser siempre valorada por el aspecto físico y no por la habilidad.

3. Una vez más, la cosificación sexual entra en acción

Los distintos estándares en la vestimenta de hombres y mujeres en el Volley de pista y de playa dejan en evidencia la cosificación del cuerpo de la mujer como objeto sexual.

Objeto sexual

Jugar deportes es, en general, un acto público. Es más, toda actividad física se practica principalmente en espacios compartidos (gimnasio, pista, piscina, calle, parque, sala, polideportivo, etc.) donde el cuerpo del atleta está expuesto a la mirada del público. Pero el hombre deportista no es visto con el mismo lente que la mujer.

El cuerpo de la mujer nunca se libra de ser evaluado como objeto sexual mas allá de su habilidad como atleta. Mientras que el deportista hombre tiende a ser observado y evaluado según su habilidad.

Para las jóvenes, esto significa aprender desde temprana edad a vivir su cuerpo como objeto sexual y a tener que mitigar la escrupolosa mirada masculina, no siempre deseada, de los compañeros, profesores, entrenadores, audiencia, jueces, periodistas, etc.

Camacho-Miñano escribe que «La problemática es que este proceso de objetivación o cosificación, es decir, de considerar su cuerpo como un objeto, es tan intenso que provoca que las chicas adolescentes lleguen a interiorizar las miradas presentes en las sociedad y empiecen a verse a sí mismas de la misma forma, es decir, adoptando la perspectiva de observador respecto a su físico y tratándose como un objeto para ser mirado y evaluado según su apariencia» (1).

Como consecuencia, muchas jóvenes optan por ausentarse de la actividad física para evitar sentirse expuestas a la cosificación sexual de la sociedad. De la misma manera, muchas mujeres adultas optan por practicar actividad física en la privacidad de sus casas, limitando así su acceso a espacios públicos, su vinculación con otras practicantes y la oportunidad de recibir supervisión y apoyo de gente capacitada.

Uniformes y cobertura mediática sexistas

En el ámbito profesional, la cosificación se intensifica con uniformes deportivos impuestos por las federaciones que sexualizan el cuerpo de las mujeres deportistas. En el caso del volley de playa y el de sala, la diferencia entre la vestimenta reglamentaria de cada sexo deja en evidencia la disparidad con la que el cuerpo del hombre y de la mujer son tratados.

Los medios, por otro lado, también son participes de la sexualización de la mujer atleta al publicar titulares como: “Buenorras internacionales en los Juegos de Río» (9) o “Las 6 deportistas más sexys de Río de Janeiro” (10).

Es el conjunto de todas estas fuerzas  (la percepción del deporte como herramienta de control para bajar de peso, la homofobia contra el cuerpo de la mujer deportista y la constante cosificación del cuerpo de la mujer como objeto sexual) que crean un ambiente hostil e impiden que la mujer desarrolle un vínculo positivo con el deporte y la actividad física.

Desigualdad en todo el mundo del deporte

Y mientras que el mundo del deporte podría encabezar una reivindicación, exaltando ejemplos de mujeres fuertes, ágiles y capaces, lo que hace en su lugar, es posicionarse como bastión del más puro sexismo. No por nada, el feminismo se ha desvinculado sistemáticamente de él. El mundo del deporte es quizás el ámbito social que menos ha logrado disminuir la brecha de género.  Los datos hablan por sí solos:

  • Las federaciones y clubes incumplen las leyes de igualdad.
  • Las deportistas, así como otras mujeres trabajadoras del ámbito deportivo como técnicas, entrenadoras, etc., sufren desigualdad en trato, apoyo, remuneración y capacitación de quienes les entrenan (3). 
  • Apenas el 1% de los patrocinios comerciales se destina al deporte femenino, con frases que lo ilustran como aquella protagonizada por el expresidente de la Lega Nazionale Dilettanti, Felice Belloli, quien espetó: “basta ya de dar dinero a cuatro lesbianas”. Afortunadamente fue destituido, eso sí (6).
  • El deporte femenino solo obtiene el 5% de la cobertura mediática. En los últimos Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, pese a que el 45% de la participación fue femenina, los hombres recibieron tres veces más espacio o tiempo en la información deportiva (8). Todo esto explica por qué el 43% de las adolescentes considera que no tiene suficientes modelos femeninos de conducta (7).
  • Los entrenadores de los equipos femeninos son siempre hombres, puesto que a las mujeres les resulta dificilísimo acceder a esos puestos (3).

Ante semejante percal, el mundo del deporte, consciente de su influencia y la gran portavocía que ostenta como fenómeno social mediático, debería tomar más en serio la responsabilidad que tiene para con la ciudadanía. Claro que, en una sociedad enraizada profundamente en el machismo, lo raro sería que el deporte fuera feminista.

La revolución será Body Positive o no será

El objetivo tiene que ser despojarnos mentalmente de esa imagen desvirtuada que tenemos de la actividad física que se vincula con el deporte de estadios y medallas. Hacer gimnasia es algo más orgánico, fresco y natural.

Ponerse en forma es una excusa para el verdadero fin, que no es otro que sentirnos seguras, poderosas e inquebrantables. Porque tonificarse, equilibrarse, ganar en coordinación, en destreza motora o sentir que nuestros cuerpos están fuertes es una revolución en sí misma.  

Algo sabe de esto el movimiento Body Positive. Todo un fenómeno social que comenzó en los blogs cuando mujeres de talla grande comenzaron a reivindicar su derecho a existir, pero no solo como talla grande, sino también como pecosas, bajitas, caderonas, escuálidas – ¿y qué?-,  exigiendo con humor y a golpe de pantallazo, no solo respeto por la diversidad corporal sino también por la inclusión de tallas y diseños en la moda, para poder dejar de vestirse con telares.

Una revolución que arremetió contra  todo eso que nos ha hecho creer que somos imperfectas o defectuosas. Una bofetada a los estándares de belleza que nos ahogan, al sexismo contra el que también luchan el colectivo Guerreiras Project (15): atletas, artistas, académicas que usan el fútbol para dinamitar los dictados sexistas.

Porque el cuerpo ha sido el lugar donde arrinconarnos. Nos lo han arrebatado y toca recuperar el mando, el control y el gusto por su disfrute.

La batalla es ACEPTARSE. Y esto no va de hacerse fotos en ropa interior y subirlas a las redes. Esto es algo que fluctúa según el día. Tendremos momentos en que nos sintamos como linternas y otros en que arrojaríamos el “maldito esfuerzo” al container, pero en la medida en que nos mantengamos en movimiento, podremos disfrutar de lo que ya somos mientras nos entrenamos para sentirnos aún mejor.

Así que deshazte de la culpa. AUTOCUIDARSE pasa por establecer una relación sana, amable y compasiva con nosotras mismas. Somos capaces de cultivar nuestro intelecto, nuestra base racional, pero cuando se trata de un posicionamiento desde lo corporal, nos perdemos. Entramos en un territorio herido, colapsado por mandatos y restricciones, culpas y sentimientos de inseguridad y descontrol. Todo un entramado urdido desde el poder para que permanezcamos frágiles, inseguras y culpables cuando no llegamos a todo.

BASTA. Recuperemos nuestra soberanía corporal en su totalidad. No basta con ser libres para reproducirnos y amar a quien, cómo, dónde y cuándo queramos. Se necesita una toma de conciencia del cuerpo mismo que somos, que nos sostiene en la tierra y que sujeta todo esa masa cerebral que también somos. Integrémoslo, unamos nuestra fuerza mental a la terrenal, a la tangible, “porque la batalla de la igualdad se está perdiendo en el cuerpo, a través del cual se sigue controlando a las mujeres”, como dice Fontecha.

De modo que abandonemos el espacio doméstico privado. Salgamos a las plazas, a los barrios, a la sierra, pongamos el foco en el cuerpo. Que la vida y los años no nos pillen ni sentadas ni motrizmente débiles. Que nuestro cuerpo no nos haga sentirnos vulnerables. Porque no lo somos. Solo hay que entrenarse y disfrutar de nuestra autosuperación. El deporte es nuestro aliado, y el nuevo feminismo lo sabe.

Así que, mientras despedimos la fragilidad corporal, disfrutemos de nuestra compañía, del juego del deporte, del placer del propio cuerpo en movimiento. Porque nacimos para movernos, nuestra estructura está pensada para correr, saltar, empujar, reptar, o trepar.

Como explica Matilde Fontecha, “una mujer que desarrolla las capacidades del movimiento: la coordinación, la orientación espacio-temporal, el equilibrio, la estructuración del esquema corporal, la fuerza y la resistencia musculares, la resistencia cardio-respiratoria, la velocidad, la flexibilidad y la agilidad, es una persona más competente para cualquier situación vital”.

 

 

FUENTES

  1. Contradicciones del significado de la actividad físico-deportiva en las identidades corporales de las chicas adolescentes. María José Camacho-Miñano.
  2. Estigma. La identidad deteriorada. Erving Goffman.
  3. El deporte se instala en las cavernas de la igualdad. Matilde Fontecha Miranda.
  4. Belleza fatal: Las nuevas caras de la alienación femenina. Entrevista Mona Chollet.
  5. La participación de las mujeres en la historia del olimpismo. Pikara Magazine.
  6. Basta ya de dar dinero a cuatro lesbianas. Estrella digital.
  7. El deporte es el ámbito que más discrimina a la mujer. El diario.es
  8. Las mujeres y el deporte: el machismo que no cesa. Huffingtonpost.
  9. La lista de buenorras internacionales según ‘El mundo’. Blog Quantika 14.
  10. Las 6 deportistas más sexys de los Juegos Olímpicos de Río. Mundo deportivo
  11. “Trío de gorditas”, el títular que le costó el cargo a director de diario deportivo. Emol.
  12. Los 10 titulares más machistas de los Juegos Olímpicos de Río. El País.
  13. Alice Milliat y la mujer en los Juegos Olímpicos. Alto rendimiento.
  14. “Usamos el fútbol como herramienta para dialogar sobre las normas de género. Pikara Magazine.
  15. Guerreiras Project.
  16. Ellen MacArthur: surcando las olas. Euronews.
¿Te ha gustado?